Una fértil historia de vida

Toda la historia de Mary Ileana Salazar Charleston está en el encanto dulce y sabio de su voz. Nuestra entrevistada tiene 62 años, de los cuales 38 los ha vivido como parte de la gran familia judicial cubana. Ella atesora en su memoria un cúmulo inagotable de anécdotas, de historias y de saberes que disfruta compartir. Por ello, y en aras de reconocer su eterna constancia y fidelidad a su labor, compartimos con nuestros lectores la fértil historia de vida que emana de su gran corazón.

Mary llegó muy joven al entonces Tribunal Provincial Popular de La Habana, antes de que este se dividiera tras el proceso de creación de dos nuevas provincias. “Allí estuve 28 años, atendiendo a los 19 municipios del territorio. Llegué con 22 añitos, recién graduada en 1982 como Técnico Medio en Estadística. Tuve la suerte de haber estado subordinada a todos los presidentes que tuvo ese órgano provincial desde su creación hasta su separación, con los que mantuve buenas relaciones profesionales, creándose una relación mutua de respeto. En ese colectivo me acogieron con mucho amor, tal es así que, al dar a luz a mi hija, me incorporé a los tres meses, gracias al apoyo incondicional de mi mamá”.

La constancia y los deseos de hacer te han permitido ganarte el respeto y el cariño de todos tus compañeros de trabajo. “Así es, he encontrado muy buenas personas, muchas de las cuales conservo su amistad, como un gran tesoro”.

Tras varios años de trabajo te entregaron un importante reconocimiento. “Sí, fui seleccionada como Vanguardia Nacional, lo cual significó un momento muy importante en mi vida profesional, que lo recibí con el compromiso de seguir esforzándome, de continuar aprendiendo y de hacer las cosas cada vez con una calidad superior”.

Entonces, más tarde, cuando la extinta provincia se divide en lo que es hoy Artemisa y Mayabeque, pasas para el Tribunal Supremo Popular (TSP) a realizar funciones similares. “Llegué al máximo órgano judicial con el enorme reto de que me enfrentaría a una labor superior que traería consigo la responsabilidad de procesar toda la estadística de los tribunales del país. Por suerte, tuve la oportunidad de conocer a Aracelis, que me enseñó mucho cuando arribé a esta sede en el año 2011”.

Pero tanto amas tu labor que te jubilaste y te reincorporaste. “Tengo 62 años de vida, pero aún me siento joven para continuar trabajando y no me sentiría bien conmigo misma si abandonara lo que tanto me gusta y que forma parte de mí. Lo hago, además, por el excelente equipo de trabajo que somos en el departamento, demostrando unidad y sentido de pertenencia. El día que me vaya es porque ya la salud no me lo permite, pero sé que falta mucho para que eso pase. Recuerdo de manera especial cuando el Presidente del TSP, Rubén Remigio Ferro, me entregó un reconocimiento por mi destacada trayectoria como especialista, llenándome de mucho orgullo y energías para seguir aportando”.

¿Y qué significa, Mary, laborar como especialista de estadística en un tribunal? “El trabajo de estadística requiere de mucha consagración porque es un área que precisa de entrega. La información es sumamente vital, porque te ofrece un balance constante de cómo marcha cada indicador. Nosotros no tenemos descanso y eso está dado en la responsabilidad y constancia que la labor necesita”.

Sabemos que aun en tiempos de coronavirus, has continuado trabajando, precisamente, por esa necesaria constancia de la cual me hablas. “En estos meses en los que el país atraviesa por una situación epidemiológica compleja no he dejado de trabajar, porque la información estadística, como te decía, es sistemática y más en las actuales circunstancias en que el tribunal requiere de una retroalimentación permanente de la actividad judicial de todo el Sistema de Tribunales, labor que cumplo con la satisfacción de saber que soy útil”.

Y hay muchas maneras de serlo. Una de ellas es hacer otra de las cosas que me contabas al inicio que también disfrutas mucho. “Me encanta enseñar a las nuevas generaciones que llegan hasta mí, por ello me esmero a la hora de explicar para que las personas me entiendan y salgan sin dudas, y lo he podido hacer no solo cuando he ido como supervisora a varias provincias del país, sino cuando se me acercan en busca de esclarecer sus inquietudes”.

Nuestra entrevistada tiene ese don natural para poner empeño en todo, para educar desde el ejemplo personal que la hace querida y admirada por quienes hemos tenido el placer de conocerla. Su entusiasmo viste de juventud cada una de sus palabras, donde su virtudes y méritos llenan de orgullo a todo los que forman parte del Sistema de Tribunales, quienes somos acreedores de su presencia. Una historia de vida que nos descubre a otra fémina jovial, dulce, que inspira respeto desde su actuar y cuya sensibilidad estremece.