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El Apóstol de la libertad de Cuba encontró tres sinónimos para explicar la trascendencia de todo gran escritor: gran pintor, gran escultor y gran músico. Esta hermosa trilogía está encarnada a lo largo de la obra martiana. Por la falta material de tiempo, pero nunca por carencia de talento natural, Martí no se pudo dedicar a la pintura. Sin embargo, fue un inspirado dibujante.
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El sentido estético de José Martí se refleja en el mensaje gráfico que ahora se presenta por primera vez.
La imagen consta de tres elementos principales. El primer plano es una balanza en equilibrio, cuyos brazos están identificados con los nombres latinos de Lex y justiciae. Aparece como soporte de esta un libro abierto, símbolo de la sabiduría, la cual recuerda por sus contornos a los esbozados en 1891. El fondo, que se dibujó a instancia final, corresponde a la bandera cubana; y es esta la única ocasión en que el Apóstol perfiló el pabellón de la Patria.
Fue en el Maestro la bandera de los cubanos un símbolo íntimo por cariño y público por trascendencia. Recuérdese que era la única enseña latinoamericana que no representaba a una república independiente.
En el Museo Casa Natal, la Fragua Martiana, el Museo Bacardí y el Museo Provincial de Ciego de Ávila, se conservan banderas cubanas que pertenecieron a Martí, desde la pequeña que durante años portase dentro de su billetera «para dignificar el dinero», hasta la que recibiera de manos de Pedro Agustín Pérez, en Guantánamo, al incorporarse a la guerra. Era frecuente que Martí la convirtiera en personal obsequio, como lo hizo con el mexicano Israel Mercado (hermano de Manuel Mercado) y con sus compatriotas Agustina Gamba, Leandro Rodríguez y Emilio Gordillo.
La bandera cubana más valiosa que se conserva del Apóstol es la escarapela mambisa que perteneciera al Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, y que resplandecía sobre su pecho, hace 120 años, en el combate de Dos Ríos.
El dibujo martiano que hoy se presenta al público es una síntesis artística de la lógica de un movimiento conceptual.
«El mundo es equilibrio, y hay que poner en paz a tiempo las dos pesas de la balanza», afirmó el Delegado del Partido Revolucionario Cubano exactamente un año después de la fundación del periódico Patria. El equilibrio, cuya imagen clásica representa la balanza, es el arte de compensar dos fuerzas que se presuponen, en este caso, la Ley y la Justicia, a través de un punto de apoyo dado por la sabiduría.
La balanza es además un instrumento de medición que indica cuánta justicia está representada en la ley, no solo por el diseño de sus normas, sino por su contenido, alcance e interpretación. La armonía entre ley y justicia ha de ser, entonces, íntegra y mesurada, recta en sus intenciones y objetiva en sus juicios, para evitar extremismos, desproporciones y parcialidades. Así, como en la antigüedad existieron falsificadores de balanzas, también han existido a lo largo de la historia del mundo falsificadores de la justicia, que son los grandes causantes de los males humanos y sociales. Este peligro aún nos acecha.
«No hay placer como este de saber de dónde viene cada palabra que se usa, y a cuánto alcanza», indicaba el Maestro. La raíz latina de la palabra equilibrio es aequus, que equivale a igual, también utilizada para equidad. Entre ley y justicia ha de existir un balance equitativo de tal magnitud, que de la propia norma irradie la esencia de probidad como representación de su grandeza y de la humanidad de aquellos que la hacen y la aplican.
«La nación empieza con la justicia», y ello bien se representa con la presencia de la bandera de Guáimaro en el dibujo martiano, símbolo de la consecución de un sueño: la instauración en Cuba de una república con todos y para el bien de todos, donde el ejercicio político tenía necesariamente que estar regulado por la moral. «La primera cualidad del patriotismo es el desistimiento de sí propio; la desaparición de las pasiones o preferencias personales ante la realidad pública, y la necesidad de acomodar a las formas de ella el ideal de la justicia».
