
Martí: aproximaciones lingüísticas (I)
En 1992, me desempeñaba como corrector de estilo en el hoy inexistente periódico el habanero, correspondiente entonces a la provincia de La Habana (1976-2010) —luego convertida en las actuales Mayabeque y Artemisa—, cuando mi colega y amigo Víctor Joaquín Ortega Izquierdo me obsequió un libro, pequeño por su volumen, pero inmenso por su contenido.
Se trataba de José Martí: ideario lingüístico —Editorial Pablo de la Torriente, La Habana, 1990—, de Marlen A. Domínguez Hernández, profesora de la Universidad de La Habana, consistente en 55 páginas dedicadas a abordar el asunto, desde la perspectiva de enfoque de «un primer paso en este camino».
En enero de 2005, hace ahora 20 años, lo tomé como fuente imprescindible para eslabonar una serie dedicada al quehacer de Martí en favor del español o castellano y, de la mano de Marlen (con su consentimiento y agradecimiento),[1] eslaboné una serie en 10 partes para mi sección Español XXI, que se publicaba cada martes en el entonces bisemanario. Ahora, la reduje a 6, especialmente concebida para Gaceta del idioma.
Las «Palabras preliminares» con que la autora presenta el libro constituyen, sin duda, un valioso análisis y una enjundiosa fundamentación teórica acerca de las aproximaciones lingüísticas de Martí. Nada mejor, pues, que reproducirlas casi en su totalidad y, con ellas, abrir esta serie que se dedica a su aniversario 172.[2]
Palabras preliminares
Existe consenso entre los estudiosos de Martí acerca de la importancia protagónica de la lengua en su obra. Sin embargo, no se encuentran compilaciones, y sólo escasas referencias sobre sus incursiones en este tema. Ello es lógico si se tiene en cuenta el peso relativo de estas valoraciones en su ideario general. Pero como quiera [sic] que en Martí cualquier «aspecto secundario» tiene un lugar en el concierto de las acciones políticas y las ideas revolucionarias, es importante tratar de recoger sus aproximaciones a la lengua, clasificarlas e interpretarlas en su contexto. [...]
A continuación comentaremos brevemente algunas de las grandes esferas en las que vemos moverse el pensamiento lingüístico de José Martí.
Martí destaca la interinfluencia entre pensamiento y lenguaje. El lenguaje, concebido como capacidad de expresar los pensamientos, realiza también una función activa. Pero por la diversidad de leyes de su comportamiento, el lenguaje puede convertirse en traba de la comunicación adecuada de las ideas. Son apreciadas la función representativa, tanto como la afectivo-volitiva de la lengua.
El esquema de comunicación martiano comprende tanto la realidad (naturaleza, objetos), el proceso del reflejo, la concepción sicofisiológica del proceso de estructuración del lenguaje, como la realización material del objeto pensado en secuencia sonora.
Un aspecto muy importante es su comprensión de la lengua como reflejo del carácter y la idiosincrasia del pueblo. En esta línea se considera una lengua superior a otra por su «utilidad», por lo que hay escrito en ella, e impugna la sobrevaloración del «uso» como parámetro de medición.
Lo más destacado es que el estudio de la lengua, en lo que tiene de clasificación, jerarquización y delimitación, sirve al pensamiento para organizarse mejor.
En relación con la historia de las lenguas Martí funciona con una orientación biologicista y genealógica, al comparar las lenguas con los organismos naturales, y emplear las nociones de lenguas raíces, madres o troncos, y la más extensa, de lenguas matrices.
Aplica la teoría de la corrupción de las lenguas, tan común en el mundo hispánico.
Considera el cambio lingüístico como un hecho socio-histórico y arguye que la influencia de la literatura da lugar a transformaciones en el lenguaje, que perdurarán sólo si responden al «genio» de la lengua.
Emplea métodos comparatistas y oposiciones de vocablos para demostrar relaciones genealógicas.
La gramática, según se concebía en las escuelas de entonces, le parecía a Martí retórica, escolástica, superflua. Ello no excluye que haga observaciones gramaticales específicas, por ejemplo, sobre el correcto uso del se impersonal. Pero, en general, su búsqueda es diacrónica y comparatista, al tiempo que se interesa por la estructuración de la frase y de la palabra. Esto es, se presupone, sobre todo, una gramática histórica.
En este otro sentido, la gramática se ve como el esqueleto de la armazón de la lengua (letras, palabras y reglas de sintaxis) y abarca también aspectos lexicológicos y semánticos.
Aunque subordina la enseñanza de la lengua a la de las disciplinas de la naturaleza, reconoce la necesidad de estudiar las «lenguas cultas»: inglés, francés, alemán, y sustenta la conveniencia de aprender dos lenguas a la vez.
Consecuente con su desprecio por la gramática tradicional por inútil, juzga necesario no atiborrar con reglas y datos que la práctica lingüística provee por sí misma. En este orden, la labor de las academias de la lengua se concibe como: velar por la pureza de la lengua; así como legitimar las innovaciones útiles, cultivar la inquietud investigativa y el manejo de la lengua.
Consecuente con su idea de la relación entre lengua y pueblo, observa la manifestación en la lengua de los choques de cultura, y sostiene que para gobernar bien es preciso conocer a fondo la lengua de aquéllos a quienes se gobierna.
La palabra puede ser también un arma de combate, y la resistencia a dominaciones extrañas se verifica, como una vía más, a través de la lengua.
Como expresión de la personalidad nacional —considera Martí— la lengua española, de belleza intrínseca, debe cuidarse de mistificaciones, y América tiene el derecho y el deber de influir en su desarrollo.
Las peculiaridades del español americano se deben, a su juicio, entre otras causas, al elemento indígena y a la influencia de otras lenguas modernas. Tiene personalidad propia; por eso se inquieta Martí por las deformidades que aprecia, y que se achacan a los errores de la prensa y a las traducciones deficientes, que rebajan la lengua a la categoría de dialecto.
Constata los cambios de pronunciación en atención a los sectores sociales y en consecuencia se caracteriza a los individuos a partir de realizaciones fónicas donde aparecen fenómenos de asimilación, diptongación, vocalizaciones, aspiraciones, etcétera.
Aboga por la creación de signos auxiliares de puntuación, que son marcas entonativas y de énfasis.
El aspecto lexical de la lengua es el más destacado en las referencias martianas. Se insiste en las correspondencias léxicas entre lenguas diferentes, o en variantes de vocablos en diversas zonas de la lengua común. Se ponen en primer plano las diferencias en cuanto a expresividad o área semántica que abarca el vocablo.
Fundamenta la legitimidad tanto del arcaísmo como del neologismo cuando convienen a la claridad de la idea; en contraposición, rechaza préstamos, calcos y localismos indiscriminados. Relaciona estrechamente la selección adecuada del léxico y el estilo. Se toma como factor de confusión la multiplicidad de sentidos adjudicables a una palabra.
Al tomar en cuenta el carácter hipotético en su base de la proposición etimológica, Martí considera la necesidad de demostrar tales hipótesis. Insiste en el análisis etimológico como ejercicio del pensamiento, al contribuir a fijar el significado de cada palabra, además de su origen.
El uso más adecuado de la palabra, a juicio de Martí, es el de su significación primitiva.
Da cuenta de la obra lexicográfica de su momento, y él mismo recoge pequeños léxicos e incluso una recopilación de americanismos de señalado valor, en la que niega utilidad a los léxicos de determinadas formaciones funcionales estilísticas y define con tino el concepto de americanismo[3] con que trabaja.
Concede valor funcional a la repetición de palabras y estructuras, así como a la anteposición o posposición del adjetivo.
Aborda tangencialmente los problemas de construcción gramatical, concordancia, rección, caso, y ve como novedosa marca de estilo la unión de palabras semánticamente dispares.
Utiliza, indistintamente en muchos casos, los términos lenguaje, dialecto, jerga, lengua, habla, hablar, con los cuales evidencia clasificaciones funcional, social y territorial de la lengua.
Algunos de estos vocablos no tienen valor peyorativo (jerga), pero otros pueden aparecer con esta connotación (dialecto).
La lengua, adecuada a su circunstancia y uso —destaca— varía no sólo de sujeto a sujeto, sino incluso para un mismo hablante en diferentes situaciones. Anota de forma coherente las peculiaridades fónicas de las hablas sociales; trata sobre los dialectos técnicos —que juzga innecesarios y oscuros—; y en las diferenciaciones territoriales se pone el énfasis en lo fónico, lo léxico y lo fraseológico.
La característica fundamental del estilo, según el criterio martiano, es la correspondencia entre contenido y expresión. De otra parte, subclasifica los hechos de estilo en atención a la época, el autor, el estado anímico, las características de cultura, tradiciones, idiosincrasia. Propugna concisión y naturalidad, atención al orden de palabras y a la compatibilidad entre ellas.
No hemos pretendido, sería absurdo, convertir a Martí en un lingüista. Pero preocupado por el mundo que lo rodeaba, y como la lengua fue en mucho su material de trabajo, lógico es que dejara reflexiones y anotaciones en torno a ella; asistemáticas, es cierto, pero de indudable valor para el investigador.
Hemos apreciado en la preocupación —y ocupación— lingüística de Martí los propósitos gnoseológico y lógico, didáctico, político, estético, todo ello dentro de una concepción general socio-cultural y socio-histórica.
Expresividad, intensidad, economía, son los objetivos fundamentales de Martí en su manejo de la lengua, y éstos se consiguen por el dominio del significado de las palabras y la estructuración del léxico, conociendo el origen de los vocablos y su parentesco, las distintas designaciones de un mismo objeto, más o menos expresivas, los sentidos de la palabra.
La originalidad de la concepción martiana de la lengua no estriba, en consecuencia, en haber aportado ideas novedosas, si consideramos cada aspecto aisladamente, pues la mayoría de ellas son el resultado del análisis crítico de las tendencias lingüísticas de su siglo y del anterior.
El pensamiento lingüístico de Martí es original, precisamente, por la integración de factores que logra, y por el modo en que se corresponde con sus presupuestos filosóficos y estéticos. Esa integración de factores se endereza también al cumplimiento de un definido objetivo social. Creemos dejar contestada, con estas breves reflexiones, la pregunta de por qué la lengua: la lengua es reflejo y como tal debe servir, pero por la idea de ajuste entre la situación y su peculiar modo de expresión, un nuevo momento reclama una nueva lengua. De ahí su preocupación teórica por los principios con los cuales debe funcionar un hablista; de ahí su voluntad de transformación lingüística, su búsqueda histórica de excelencia lingüística. [...].
La concepción lingüística de Martí, en consecuencia, está vigente en lo que atañe a la comprensión de las funciones raigales de la lengua y su condicionamiento —individual, social e histórico.
Hasta aquí, las «Palabras preliminares» de Marlen A. Domínguez al libro José Martí: ideario lingüístico, mediante las cuales, en general, valora la proyección del Héroe Nacional cubano respecto a diferentes dimensiones de su lengua materna. A partir de la segunda parte de esta serie, se abrirá espacio para mostrar fragmentos importantes de las inquietudes y los criterios martianos acerca de algunas de ellas.
Gacetilla ortográfica
—Tomada de La lengua que nos une, TSP, La Habana, 2018, p. 126,
a partir de Ministerio de Educación: Cuaderno de ortografía 1,
Editora el habanero, La Habana, 2000.[4]
Llamamos tilde diacrítica a aquella que usamos para diferenciar la función gramatical que realiza una palabra. Ejemplo «¡Ojalá pueda algún día verlos a todos a mi alrededor, contentos de mí!» —José Martí.
En esta frase:
mi —sin tilde—: Expresa posesión o pertenencia, acompaña y modifica al sustantivo. Es un pronombre posesivo.
mí —con tilde—: Señala a la persona que habla, la primera. Es una forma complementaria del pronombre personal.
Muchos monosílabos realizan diferentes funciones y usamos el acento (o tilde) diacrítico(a) para diferenciarlas.
Nos «vemos».
[1] He aquí, el mensaje que, entonces, nos envió:
Miércoles, 2 de febrero de 2005, 3:32 a.m.
Estimado cro. Juan Ramón Rodríguez Gómez y cros. del periódico el habanero: Con gran alegría, he visto reflejado, en su interesante columna Español XXI, mi trabajo de hace ya más de una década sobre las ideas lingüísticas de José Martí. Considero que profundizar en el tema de la lengua como símbolo de la identidad, tal como lo han visto numerosas personalidades de nuestra cultura, es un servicio político al que estamos obligados. Por eso, luego de reiterarles mi agradecimiento en lo personal, me pongo a sus órdenes para futuros empeños.
Atentamente, Marlen Domínguez
[2] Salvo el igualamiento de comillas que acometo entre las usadas por ella y yo, en cada parte, respeto la puntuación original, que no siempre comparto; y la acentuación de demostrativos y otras palabras que ya hoy no se tildan.
[3] La cursiva corresponde al gacetero.
[4] Ambas fuentes están directamente interrelacionadas, pues el autor de la primera (este gacetero) es quien asumió la edición-corrección de la segunda.
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Excelente propuesta es esta que nos acerca a textos publicados años ha y que aún conservan totales actualidad y esplendor. Invito a ampliar en cuanto a la estética y la flexibilidad de la lingüística martiana —si cabe hablar de ella, como reflexiona el autor—, pues son dos de los rasgos que más la distinguen. Se centra, entiendo, en la lengua escrita; esperemos que, también, la oratoria cautive su pluma, o la distinción entre la prosa y el verso (por momentos difíciles de adivinar ante la belleza de las imágenes que dibuja el Maestro), y nos sorprenda con nuevas lecturas sobre un tema en el que queda mucho por ahondar. ¿Acaso no era ya el nacido en la calle Paula un digno exponente de eso que ha dado en llamarse modernismo cuándo el título de iniciador de este movimiento fue reconocido a otro insigne escritor del continente? ¿Cuánto de original y trascendente hay, todavía, por descubrir en aquellas letras, cuidadosamente moldeadas con espíritu de consagrado alfarero? Gracias, Juan Ramón, espero con avidez la PARTE II y…