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Hablar del Centro Nacional de Documentación e Información Judicial (CENDIJ) nos acerca a un capítulo más de la historia de los tribunales. La biblioteca del Tribunal Supremo Popular (TSP) se creó el 20 de noviembre de 1965, cuando el Consejo de Gobierno (CG) de la magna instancia judicial aprobó, mediante el Acuerdo No. 672, el traslado de la existente en el Colegio de Abogados de La Habana a la sede que ocupaba el máximo órgano de justicia, con el nombre de Biblioteca Emilio Roig de Leuchsering, como tributo a esta ilustre personalidad de la historia de Cuba.
El fondo bibliográfico estaba compuesto por documentos de gran valor histórico, en su mayoría de los siglos xix y xx, y de autores representativos del Derecho, como son: Cesare Beccaría (1738-1794), Friedrich Karl von Savigny (1779-1861), Rudolf von Ihering (1818-1892), Hans Kelsen (1881-1973), Giussepe Chiovenda (1872-1937), Eduardo Juan Couture (1904-1956), Eugenio Florian (1869-1945), Federico Puig Peña (1911-1993) y otros.
Hasta el año 2003, se proporcionaban servicios tradicionales, limitándose a préstamos de libros a usuarios que visitaban la sala de lectura. Es en mayo de ese propio año que, por el Acuerdo No. 60, el CG-TSP aprueba la creación del CENDIJ, como apoyo a la actividad del Sistema de Tribunales.
Esta nueva estructura, desde entonces, se integró por varias áreas de trabajo: la de servicios bibliotecarios, en la cual se encuentra la biblioteca, que posee un fondo bibliográfico de más de 6000 títulos; la de desarrollo de colecciones; y la de procesos técnicos e implementación y actualización de sistemas informáticos.
Con el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información, se implementaron nuevos softwares, los cuales han permitido avanzar en la prestación de servicios bibliotecarios.
La bibliografía digital se ha incrementado, desde 2015, con el uso del Repositorio institucional, sistema diseñado para la gestión y recuperación de documentos digitales en cualquier formato, y que está integrado por: disposiciones del CG, doctrina, investigaciones, legislación, sentencias y documentos de Derecho. Actualmente contiene más de 20 000 textos en formato digital, los cuales abarcan todas las materias de Derecho.
Esta condición de poseer un fondo digital y uno físico nos convierte en lo que hoy se conoce como «biblioteca híbrida». Esta denominación es la más apropiada para las bibliotecas actuales con sede física, por la gran miscelánea de materiales que presentan. En ellas, gracias a la incorporación activa de las nuevas tecnologías, conviven fondos tradicionales en formato papel con fondos digitales, complementándose unos a otros. En este sentido, pueden considerarse una combinación de bibliotecas clásicas y digitales, unidas por un modelo global y formalizado de integración tecnológica a nivel de comunicación, procesos y servicios.
Las iniciativas para el correcto desarrollo de las bibliotecas híbridas han partido en su mayoría del Reino Unido, con proyectos tan importantes como eLIB, del gobierno británico; AGORA, de la Universidad de East Anglia; y UKOLN, de la Universidad de Bath. Entre otros aspectos, estos trabajos han ayudado a identificar los componentes imprescindibles en este tipo de bibliotecas: catálogos automatizados, sedes web, software y hardware apropiados, estándares, etc. Tales novedades han repercutido en los tres elementos básicos que se distinguen para estos centros del conocimiento: colección, organización y difusión; así como en el factor humano: usuarios y personal.
Nuestra biblioteca híbrida existe en potencia desde el momento en que las nuevas tecnologías se incorporaron al patrón tradicional. La clave, frente a otros modelos bibliotecarios que también han integrado herramientas electrónicas, se encuentra en su sede física, es decir, en el contexto de institución clásica en la que se ha producido el cambio. Su gran ventaja reside, por tanto, en la posibilidad de elegir entre un acceso presencial o virtual a ella, así como entre un suministro de información impresa o electrónica.
A partir de la pandemia de la COVID-19, se potenció aún más el uso del Repositorio institucional, que, actualmente, cuenta con más de 10 mil publicaciones a texto completo, incluidos libros digitales.
Por otra parte, los procesos técnicos de toda la documentación física se han visto beneficiados con el uso del software Automatización de bibliotecas y centros de documentación (ABCD), que permite cubrir todas las funciones principales del centro, es decir, adquisiciones, catalogación, gestión de usuarios y de préstamos, accesos en línea a los registros bibliográficos a través del catálogo en línea, y reportes estadísticos sobre el desempeño de la actividad.
En conclusión, la biblioteca híbrida combina las bondades modernas —como la computadora, el internet, la conectividad y el libro digital— con la tradicional editorial —el libro físico y un acervo suficiente y actualizado. Se trata no solo de una adaptación del espacio bibliotecario, sino de un cambio en el paradigma y percepción de lo que es la biblioteca y su función dentro del marco institucional.
La evolución actual parece indicar que llegará el momento en el que no hará falta utilizar el apelativo de híbrida, ya que todas las bibliotecas con sede física lo serán. En todo caso, no es previsible que, en los años venideros, las híbridas se conviertan en enteramente digitales. De hecho, muchos expertos vaticinan aún larga vida al papel. La biblioteca en sí no tiene por qué quedar desvirtuada ni desbancada por el avance tecnológico, sino complementada y ampliada.
La situación pandémica que vivimos hace más necesario que nunca pensar y repensar el rol del profesional de la información y bibliotecario —más allá del espacio y el contenido de los libros—, que debe estar enfocado, necesariamente, en sus usuarios potenciales y en pensar cómo brindar sus servicios de lectura e información en apoyo a la actividad judicial.
Los cambios traen consigo otras oportunidades y, con ellas, desafíos, que para superarlos es necesario adaptarnos a las nuevas necesidades de nuestros usuarios, conscientes de la importancia de la biblioteca del CENDIJ, que busca el aseguramiento al acceso de información de calidad. Por ello, en un esfuerzo conjunto, hemos ampliado nuestros servicios, especialmente los recursos digitales, a través de las plataformas tecnológicas con las que contamos.
No es el final, sino el comienzo de un largo camino que construimos, con una biblioteca que, combinando formatos físicos y digitales, tiene un fin: satisfacer las crecientes demandas de información de nuestros magistrados, jueces, especialistas y demás trabajadores del Sistema de Tribunales.