Fidel Castro Ruz: un jurista rebelde

Iliannys Milagro Alfonso Vence, Jueza profesional del Tribunal Municipal Popular de Manatí, provincia de Las Tunas
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Fidel Castro Ruz
Tribunal Supremo Popular
Cuba

 «Nos defiende la fuerza de nuestro prestigio y nuestro ejemplo, el acero

indestructible de la justicia de nuestra causa, el fuego inapagable de nuestra

 verdad y nuestra moral, la doble e inexpugnable trinchera de piedra y

de ideas que hemos erigido».

Fidel Castro Ruz

(Discurso pronunciado en conmemoración del aniversario 47 del asalto al cuartel Moncada, el 5 de agosto de 2000)

«Condenadme, no importa, la historia me absolverá», estas fueron las palabras finales del conocido alegato de autodefensa del joven abogado Fidel Castro Ruz, pronunciado el 16 de octubre de 1953, en la Sala de Enfermeras del Hospital Civil Saturnino Lora de Santiago de Cuba, tras los sucesos del 26 de julio de 1953, día en que fueron asaltados los cuarteles Moncada, en dicha ciudad, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo.

Fidel nació el 13 de agosto de 1926 en Birán, antigua provincia de Oriente, actual Holguín. Realizó estudios en el colegio de Belén y La Salle. Fue un magnífico estudiante, obtuvo el título de Bachiller en 1944. Ingresó a la Universidad de La Habana para estudiar la carrera de Derecho en 1944 y se graduó con brillantes calificaciones.

Desde esa época se destacó como líder estudiantil y por su oposición al régimen imperante, por lo que, siendo estudiante universitario, participó en diversas manifestaciones estudiantiles y políticas en contra del Gobierno de turno, incluido un enfrentamiento con un policía durante una de ellas.

Tras su graduación, ejerció la abogacía en una oficina que radicaba en su casa en Birán, la cual fue construida por su padre para que, una vez concluidos sus estudios, tuviera su propia oficina o bufete donde ejercer su profesión.

En 1952 se opuso al golpe de Estado de Fulgencio Batista y esto marcaría el punto de partida a futuras acciones encaminadas a lograr la independencia de Cuba y a eliminar el régimen opresor que la mantenía bajo el dominio total del Gobierno de los Estados Unidos.

Llegado 1953, año del centenario de José Martí, un grupo de jóvenes, entre ellos él, protagonizaron una marcha en homenaje al más universal de los cubanos. Este grupo de muchachos, como fueron calificados en el juicio por los sucesos del Moncada, pasaron a conocerse como la Generación del Centenario.

Fueron ellos mismos quienes protagonizaron las intrépidas acciones del 26 de julio en Santiago de Cuba y Bayamo, quienes se prepararon durante meses para ello y los que reunieron recursos para la causa que se estaba gestando. Los que tenían un poco más de solvencia económica aportaron más y los que tenían escasas dieron lo que tenían, pese a quedarse sin nada.

Las acciones fracasaron, pues les falló el factor sorpresa, pero sirvieron de ejemplo a futuras actividades que se desarrollarían para lograr la soberanía nacional y mostró la sagacidad y valentía de aquellos jóvenes inexpertos en materia de lucha armada, de los cuales algunos cayeron en combate, otros fueron asesinados y los demás apresados, entre los que se encontraba el líder de la acción combativa, Fidel.

El 16 de octubre de ese mismo año se desarrolló el proceso judicial, Causa 37 de 1953, en condiciones difíciles y nada propicias para llevar a cabo el proceso; así lo describió Fidel desde el comienzo de su intervención: «Nunca un abogado ha tenido que ejercer su oficio en tan difíciles condiciones, nunca contra un acusado que había cometido tal cúmulo de abrumadoras irregularidades. Uno y otro, son en este caso la misma persona. Como abogado, no ha podido ni tan siquiera ver el sumario y, como acusado, hace hoy 76 días que está encerrado en una celda solitaria, total y absolutamente incomunicado por encima de todas las prescripciones humanas y legales [...]».[1]

Fidel, en su condición de jurista, asumió su propia defensa, pasando de acusado a acusador, en la que denunció los crímenes cometidos por la tiranía contra el pueblo de Cuba, y en especial contra sus compañeros de lucha, asesinados de forma cruel, como represalia por los esbirros caídos en la acción, por cada soldado del ejército caído fueron masacrados diez asaltantes.

También fueron denunciados los seis problemas fundamentales que aquejaban al país en aquel entonces: educación, salud, vivienda, tierra, industrialización y desempleo, exponiendo de igual manera las medidas a tomar para su erradicación una vez lograda la independencia de la nación.

Sobre cada uno de ellos expresó:

- «A las escuelitas públicas del campo asisten descalzos, semidesnudos y desnutridos, menos de la mitad de los niños de esa edad escolar y muchas veces es el maestro quien tiene que adquirir con su propio sueldo el material necesario». Contando además que la mayoría de los niños con edad escolar en el país no podía asistir a las escuelas.

- «El 90% de los niños del campo está devorado por parásitos que se le filtran desde la tierra por las uñas de los pies [...]. El acceso a los hospitales del Estado, siempre repletos, solo es posible mediante la recomendación de un magnate político que le exigirá al desdichado su voto y el de toda su familia para que Cuba siga siempre igual o peor».

- «Hay en Cuba 200 000 bohíos y chozas; 400 000 familias del campo viven hacinadas en barracones, cuarterías y solares sin las más elementales condiciones de higiene y salud». Otra gran mayoría pagaba alquileres y carecían de luz eléctrica. «El Estado se cruza de brazos y el pueblo sigue sin casas y sin luz».

- «El 85% de los pequeños agricultores cubanos está pagando renta y vive bajo la perenne amenaza del desalojo de sus parcelas. Más de la mitad de las mejores tierras de producción cultivadas, está en manos extranjeras».

- «Salvo unas cuantas industrias alimenticias, madereras y textiles, Cuba sigue siendo una factoría productora de materia prima [...]. Todo el mundo está de acuerdo en que la necesidad de industrializar el país es urgente [...]. el Estado se cruza de brazos y la industrialización espera por las calendas griegas».

- «Desde el mes de mayo al de diciembre un millón de personas se encuentran sin trabajo, y Cuba con una población de 5 millones y medio de habitantes, tiene actualmente más desocupados que Francia e Italia con una población de más de 40 millones cada una».

Fidel hizo referencia a las medidas que se tomarían al lograr la definitiva independencia: «Un gobierno revolucionario con el respaldo del pueblo y el respeto de la nación después de limpiar las instituciones de funcionarios venales y corrompidos, procedería inmediatamente a industrializar el país». Este presupuesto se evidencia en la Ley de las Nacionalizaciones, puesta en vigor en 1960, y el 6 de agosto, mediante la Resolución No. 1 de la Ley No. 851, se nacionalizaron 36 centrales azucareros, las compañías de teléfonos y electricidad de propiedad yanqui y las refinerías de petróleo (Texaco, Shell y Esso), y el 17 de septiembre, con la Resolución No. 2 de la propia ley, se nacionalizó la banca estadounidense radicada en la Isla y sus funciones fueron asumidas por el Banco Nacional de Cuba. Con ello se eliminaron prácticamente todas las propiedades del imperialismo en Cuba. 

Otra medida que se tomaría: «Un gobierno revolucionario, después de asentar sobre sus parcelas con carácter de dueños a los cien mil agricultores pequeños que hoy pagan rentas, procedería a concluir definitivamente el problema de la tierra», que se cumplimentó con la firma de las Leyes de Reforma Agraria, la primera el 17 de mayo de 1959, la cual abría el proceso de transformaciones estructurales de la propiedad en Cuba, proscribió el latifundio, estableció que el máximo de extensión de tierras que podría poseer una persona natural o jurídica era de 30 caballerías, reconoció la propiedad inembargable e intransferible de la tierra a todos los colonos, arrendatarios, aparceros y precaristas, eliminó aquellas condiciones insoportables en que vivían el medio millón de obreros azucareros, tanto agrícolas como industriales.

La segunda Ley de Reforma Agraria, de 3 de octubre de 1963, creó las condiciones para reorganizar la producción estatal sobre bases mucho más sólidas. Junto a la primera, entregó la tierra a todos los campesinos trabajadores asentados en parcelas de las que no eran propietarios. Jurídicamente, ambas abolieron la posibilidad de una ulterior concentración de tierras, así como el renacimiento de formas de explotación como la aparcería; sin embargo, a fin de garantizar la nueva estructura de propiedad que se iba conformando, se hacía necesario dar un complemento económico a esa garantía jurídica.

En cuanto a resolver el problema de la vivienda, «un gobierno revolucionario resolvería el problema de la vivienda rebajando resueltamente el 50% de los alquileres, eximiendo de toda contribución a las casas habitadas por sus propios dueños, triplicando los impuestos sobre las casas alquiladas, demoliendo las infernales cuarterías para levantar en su lugar edificios modernos de muchas plantas y financiando la construcción de viviendas en toda la Isla en escala nunca vista, bajo el criterio de que si lo ideal en el campo  es que cada familia posea su propia parcela, lo ideal en la ciudad es que cada familia viva en su propia casa o apartamento».

Al triunfo de la Revolución se materializó esta idea a cabalidad, con la aplicación de la Ley de Reforma Urbana, de la misma forma que lo había enunciado en su histórica autodefensa en 1953, en la que afirmara, además, que «con estas tres iniciativas y reformas el problema del desempleo desaparecería automáticamente y la profilaxis y la lucha contra las enfermedades sería tarea mucho más fácil», lo que fue veraz, pues disminuyeron los desempleos, se rebajó el precio de los medicamentos y se desarrollaron proyectos dirigidos a garantizar la salud pública gratuita, con nuevos hospitales, policlínicos y dispensarios, sobre todo rurales. También se aumentó el presupuesto para ese sector y se aceleró la formación de médicos, estomatólogos y enfermeros. Se incorporaron y extendieron a todo el país, paulatinamente, las campañas de vacunación que fueron erradicando las enfermedades.

«Finalmente, un gobierno revolucionario procedería a la reforma integral de nuestra enseñanza, poniéndola a tono con las iniciativas anteriores, para preparar debidamente a las generaciones que están llamadas a vivir en una patria más feliz». Con esta premisa, en 1961, se llevó a cabo la Campaña de Alfabetización, que se extendió a todo el país, en la que principalmente jóvenes, casi niños, enseñaron a leer y escribir a todas las personas que lo requirieron, convirtiéndose Cuba en el primer territorio libre de analfabetismo en América Latina, el 22 de diciembre de ese mismo año.

Hizo alusión a su confianza en la capacidad del pueblo para discernir entre lo justo y lo injusto:

El problema de la justicia es eterno y por encima de las opiniones de los jurisconsultos y teóricos, el pueblo tiene de ella un profundo sentido. Los pueblos poseen una lógica sencilla pero implacable, reñida con todo lo absurdo y contradictorio, y si alguno, además, aborrece con toda su alma el privilegio y la desigualdad, ese es el pueblo cubano. Sabe que la justicia se representa con una doncella, una balanza y una espada. Si la ve postrarse cobarde ante unos y blandir furiosamente el arma sobre otros, se la imaginará entonces como una mujer prostituida esgrimiendo un puñal. Mi lógica, es la lógica sencilla del pueblo.[2]

Fidel estaba anticipando su firme convicción de que solo incorporando a la administración de justicia la inteligencia del pueblo, su perspicacia para discernir entre lo que es justo y razonable de lo que no lo es, y para diferenciar lo esencial de lo superfluo, podría la actividad judicial desprenderse significativamente de la alta carga de esquematismo e inequidad que la caracterizaba, para transformarse en el eficaz servicio a la ciudadanía que correspondería desarrollar esta función en una sociedad en que todo el poder estaría precisamente en manos del pueblo.[3]

Ciertamente el juicio de los asaltantes a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes fue diferente a los demás que se hacían en aquella época y a los que se hacen en la actualidad, pues no fue realizado con las mismas formalidades y procedimientos. Los jueces eran militares del ejército batistiano y, para ellos, significaría un ejemplo de lo que les podía pasar a todas aquellas personas que iniciaran revueltas o alguna manifestación en contra del régimen opresor.

Allí quisieron pasar por alto todos los asesinatos cometidos contra los jóvenes asaltantes que fueron capturados después de ocurridos los hechos e intentaron demostrar que habían caído en combate. Pero el valor, la táctica y la firmeza del joven abogado salvó la honra de sus compañeros y definió a José Martí autor intelectual de los sucesos del 26 de julio.

Fue un proceso desigual e injusto, que intentó acabar con las ideas y las ansias de libertad del pueblo de Cuba; aun cuando les fueron impuestas penas altas a los acusados, los cuales pasaron un tiempo en prisión, saltaron a la historia como verdaderos héroes.  

Este alegato de autodefensa constituye una herramienta de estudio para los juristas de hoy en día, pues es una expresión de oratoria realizada de manera eficaz y brillante por parte de quien fuera un ejemplo a seguir por los cubanos de todos los tiempos y un abogado de mérito, insignia de los que comparten esta profesión. Se transformó en el Programa de la Revolución por su contenido ideológico, su trascendencia y vigencia para los pueblos oprimidos.[4]

Fue condenado a 15 años de privación de libertad, que cumpliría en el Presidio Modelo de Isla de Pinos, donde se dedicó a prepararse y a preparar a sus compañeros, instruirlos, brindarles conocimiento de todas las materias, apoyado en los libros adquiridos a través de sus familiares y que tenían en la pequeña biblioteca bautizada como Raúl Gómez García, el poeta del Moncada, con el fin de continuar la lucha insurreccional una vez que salieran de allí.

Destinó tiempo, además, a escribir por partes, en pequeñas hojas, con zumo de limón, su histórica defensa conocida como «La Historia me absolverá», que eran sacadas de prisión por Haydeé Santamaría y Melba Hernández, compañeras de causa, quienes las planchaban para que el calor permitiera ver su contenido e iban guardándolas y, una vez completo el documento, imprimirlo y distribuirlo de forma clandestina.

Así lo hicieron y la reacción popular no se hizo esperar. Hubo tanta presión en toda la Isla que, el 15 de mayo de 1955, fueron puestos en libertad, por amnistía, los jóvenes combatientes, que al poco tiempo de estar libres marcharon a México para continuar su preparación y la lucha insurreccional.

Fidel vino en el Granma junto a 81 expedicionarios desde tierra azteca para desarrollar la lucha armada y lograr la ansiada libertad de Cuba. Libró disímiles combates en la sierra y en el llano (Alegría de Pío, La Plata, el Uvero, El Jigüe), saliendo victorioso en la mayoría de ellos, lo que mostró la mayoría de edad del Ejército Rebelde. Dirigió la ofensiva final contra los soldados batistianos en agosto de 1958, que fue una gran victoria y un paso de avance a la total independencia.

Dirigió el enfrentamiento al ataque mercenario por Playa Girón en 1961, constituyendo la primera gran derrota del imperialismo en América Latina; la lucha contra bandidos en el centro del país y la Crisis de Octubre en 1962. Condujo, desde nuestro archipiélago, de manera efectiva y con mucha táctica y precisión, las misiones internacionalistas desarrolladas en Angola, Nicaragua y otros países que necesitaran de la ayuda solidaria de nuestro país.

 En los primeros años de la Revolución, concibe llevar a la práctica la idea de introducir formas revolucionarias de participación del pueblo en la administración de justicia y, el 12 de octubre de 1962, visita la Universidad de La Habana, reúne a los estudiantes y algunos profesores de la Escuela de Ciencias Jurídicas y les da la tarea de organizar, de forma experimental, tribunales populares en zonas rurales de la Sierra Maestra (después se incorporaría la región Mayabeque, en las inmediaciones de La Habana), los que estarían integrados por compañeros de prestigio, elegidos democráticamente de entre los propios pobladores de la demarcación como jueces populares, que se ocuparían de ventilar y decidir los asuntos de litigios y delitos de menor entidad que hasta ese momento eran de la competencia de los juzgados correccionales.[5]

La creación de estos tribunales experimentales, de cuya atención se ocupó posteriormente el Ministerio de Justicia, constituyó un paso trascendental en la transformación de las viejas estructuras judiciales hacia un sistema de amplia participación popular en la administración de justicia.[6]

La impartición de justicia resulta verdaderamente más justa y eficaz cuanto más tome en cuenta las circunstancias de diversa índole que rodean a los hechos y las personas involucradas en el asunto sometido al arbitrio judicial; es, precisamente, en ese análisis de contexto, en el cual alcanzan un valor inestimable los criterios y apreciaciones que aportan los jueces legos, sustentados en el conocimiento inmediato y directo que usualmente tienen del entorno social, político, económico y cultural en que se desenvuelven los protagonistas de los conflictos; y, además, en ese proverbial sentido de lo justo y lo correcto que le es consustancial y que fuera resaltado por el compañero Fidel en el citado alegato «La Historia me absolverá».[7]

Aquel pueblo, como él mismo lo definió, integrado por hombres, mujeres, niños, ancianos, obreros, campesinos y estudiantes que padecieron la exclusión social del sistema capitalista arribó al poder y pudo conquistar y plasmar su voluntad de participar en la vida política del país. La función de administrar justicia comenzó a permearse con estas conquistas y aspiraciones en todas las etapas de la construcción de la nueva sociedad.[8]

La Ley No. 82, de 11 de julio de 1997, «De los tribunales populares», que derogó la No. 70, de 12 de julio de 1990, continuó reconociendo, al igual que las anteriores, la participación popular en la administración de justicia como un principio ineludible en el sistema de Derecho cubano. No obstante, introduce importantes aspectos en relación con el proceso de elección de los jueces legos, lo que después fue ampliado con el Decreto Ley No. 195, de 23 de agosto de 1999, «Reglamento para el proceso de selección y elección de jueces legos de los tribunales populares». La actual ley no se aparta de la tradición jurídica cubana, al consagrar el sistema de tribunal escabinado, donde participan, en el acto de impartir justicia, con iguales derechos y deberes, jueces profesionales y legos.[9]

La implementación de los principios que refrendan los actos judiciales, su control permanente por el Estado y el pueblo por los mecanismos sociales, políticos y legales y el ejercicio pleno y responsable de los jueces encargados de administrar justicia en función del interés social debe conllevar al logro supremo de convertir en una realidad cotidiana que los pronunciamientos y fallos judiciales sean verdaderamente en nombre del pueblo de Cuba.[10]

De esta manera, se evidencia la máxima de nuestro Comandante de incorporar a la administración de justicia el carácter popular, al introducir los jueces legos en representación del pueblo, los cuales poseen un adecuado nivel educacional, buenas condiciones morales y gozan de buen concepto público, imprimiéndole el principio de democracia popular y justicia social. Así mismo se concreta y materializa la idea propuesta por él.

Fue objetivo de 637 conspiraciones dirigidas a su asesinato, sin embargo, ninguna se concretó y al mismo tiempo no se amilanó ante la amenaza de alguna de ellas, sino que las enfrentó con valentía y sagacidad, denunciándolas ante el mundo.

Tuvo una gran visión y pensamiento político que le permitieron ver más allá y poder predecir un hecho futuro, por lo que se lograron grandes triunfos y se evitaron posibles actos que impedirían el fortalecimiento del nuevo sistema socialista que se estaba desarrollando.

Se destacó en la batalla por el regreso a su patria del niño Elián González en el 2000 y de los cinco héroes, presos injustamente en Estados Unidos desde 1998, y que retornaron a en diciembre de 2014.

Siempre estuvo en la primera línea de combate y al lado del pueblo en cualquier circunstancia o adversidad, librando cada nuevo reto que se imponía en la Revolución que tanta sangre, sudor y esfuerzo le costó a él y a sus compañeros, y que el pueblo de Cuba se empeñaba en mantener.

Nos legó sus ideas, sus pensamientos, su visión de que un mundo mejor es posible y que nada nos hará rendirnos. Su pasión por la justicia, la humanidad, el patriotismo, la solidaridad, la fidelidad son valores a tener en cuenta y por todos los juristas.

Fidel Castro Ruz, ejemplo ante Cuba y el mundo, excelente orador, valiente guerrero, padre protector; siempre dispuesto a darlo todo de sí y ponerse al lado de los humildes, al lado del pueblo, de su pueblo que tanto lo admiró, lo admira y lo admirará, que no lo olvida y no lo olvidará nunca, que sigue su ejemplo y quiere ser como él, que quiere verse reflejado en su figura y lograr tantas cosas como él logró.

Hasta la victoria siempre querido Comandante, no has muerto, sino que emprendiste el viaje hacia la inmortalidad, nos quedan tus valores, tus sentimientos, tus ideas, tu fe en todo lo que te propusiste para lograr una meta trazada y que nosotros tomaremos para obtener las nuestras, tu ejemplo, tu intransigencia revolucionaria.

Gracias por tus aportes, tu legado, tu versatilidad, tu tenacidad, tu valentía, tu amor a la patria, tu sencillez, tu heroísmo, tu deseo de justicia y humanidad muy importantes para ejercer la profesión que comparto con usted y que me servirán en mi futuro desempeño como jueza.

Gracias estudiante universitario, líder estudiantil, soldado, amigo, hermano. Gracias por todo Fidel Castro Ruz, jurista rebelde.

[1]     Castro Ruz, Fidel: «La Historia me absolverá», p. 1.

[2]     Intervención de Rubén Remigio Ferro, presidente del Tribunal Supremo Popular, en la audiencia pública celebrada el 31 de octubre de 2005 en el Palacio de Convenciones, en Justicia y Derecho, no. 5, año 3, diciembre de 2005, p. 3.

[3]     Idem.

[4]     Elpidio Pérez Suárez: «La Historia me absolverá. Apuntes sobre una relevante estrategia de defensa», en Justicia y Derecho, no. 12, año 7, junio de 2009, p. 37.

[5]     Intervención de Rubén Remigio Ferro, presidente del Tribunal Supremo Popular, en la audiencia pública celebrada el 31 de octubre de 2005 en el Palacio de Convenciones, en Justicia y Derecho, no. 5, año 3, diciembre de 2005, p. 4.

[6]     Rubén Remigio Ferro: «Ejemplo de democracia en la administración de justicia» (intervención en la audiencia pública celebrada el 31 de octubre de 2005 en el Palacio de Convenciones, con motivo del proceso de elección de jueces legos del TSP), en Justicia y Derecho, no. 21, año 11, diciembre de 2013, p. 9.

[7]     Ibid., p. 11.

[8]   Alberto Martínez Álvarez: «Carácter profundamente popular de la justicia en Cuba», en Justicia y Derecho, no. 15, año 8, diciembre de 2010, p. 89.

[9]   Helen O. Hernández Pozo: «El juez lego cubano en la administración de justicia», en Justicia y Derecho, no. 30, año 16, junio de 2018, p. 121.

[10] Alberto Martínez Álvarez: Op. cit., p. 93.

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