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“Tengo interés en que los hombres que me rodean, se embeban en el más grande amor a la justicia, porque ella es nuestro estandarte de libertad”. Augusto C. Sandino
Históricamente las civilizaciones han visto en la justicia una oportunidad de equilibrar los despropósitos del mal sobre el bien. Muchas corrientes de pensamiento se han derivado desde que el hombre, allá por la antigua Grecia, comenzaba a plantearse la administración de la justicia como un elemento que hoy todavía sigue incidiendo en el desarrollo de la sociedad, pero que claramente se ha ido perfeccionando.
Visiones que sostienen el concepto de justicia desde el conocimiento, la observación, lo justo o lo legal, también contemplan a la virtud, como un asunto digno de incluir en el estudio o aplicación del mundo de los hombres y las leyes.
En nuestro país desde que en 1973 fue aprobada la organización del sistema judicial y su proyecto fuera ampliamente debatido y sometido a una discusión pública creándose así el sistema único de tribunales populares en toda Cuba, quedó establecido que la función de impartir justicia dimana del pueblo.
El matiz humanista, desde entonces, ha permeado la actuación de quienes profesionalmente se dedican a la defensa del derecho y de quienes en ese camino también, les asisten o colaboran, desde la imparcialidad.
Valores y principios cardinales rigen el desempeño diario de quienes laboran en los tribunales de nuestro país. La profesión les exige ser transparentes, responsables, incorruptibles y dignos merecedores de la confianza de la gente. Su labor cotidiana y su conducta personal no han de reñir en lo absoluto y sus acciones deben de propiciar el desenlace de eventos que desde la honestidad, han de interpretar para garantizar la mejor de las soluciones.
Más allá de hacer valer la ley y ajustarse a lo que en ella se recoge, quienes laboran en el ámbito judicial deben desarrollar una sensibilidad que les permita distinguir la verdad y la razón como insignias de los principios éticos que defiende nuestro país y que debemos identificar como “cómplices” en el afán de convertirnos en una nación próspera y sostenible.