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Me cuenta, con profundo orgullo, que lleva 25 años en el sector judicial; que asumir la responsabilidad de impartir justicia en nombre del pueblo la hace sentir grande y comprometida a la vez; que ama lo que hace y no se concibe desempeñando otra labor. Así inició Bárbara Antonia Acosta Chávez, presidenta del Tribunal Municipal Popular (TMP) de San Cristóbal, Artemisa, la entrevista, segura de que sus palabras nacían de sus acciones.
¿Por qué decidió dedicar su vida a impartir justicia?
Fue uno de mis mayores anhelos y vi la posibilidad al graduarme como licenciada en Derecho en la Universidad de La Habana. Allí nos dieron la opción de cumplir el servicio social en el Sistema de Tribunales o en la fiscalía y sin vacilar escogí los tribunales porque para mí es una profesión que entraña mucha responsabilidad, entrega y dedicación. Solo el hecho de conocer que posees el inmenso compromiso de impartir justicia en nombre del pueblo te hace sentir inmensamente orgullosa y comprometida a la vez, tarea que se complejiza en tiempos en que debemos ser más transparentes, imparciales y justos que nunca, tiempos en que el compromiso con la Revolución debe materializarse cada vez más en nuestro actuar diario.
Y se graduó como una verdadera profesional del Derecho cubano, lista para iniciar su vida como jueza, en la que ha logrado una amplia trayectoria laboral. Pero dicen que todo cubano siempre vuelve a sus raíces…
Sí, me gradué en el año 1994 y fui ubicada como jueza titular del TMP de San Cristóbal, entonces perteneciente a la provincia Pinar del Río. Allí iniciaron mis pasos laborales, estuve un lustro hasta ser promovida a jueza de la Sala Segunda de lo Penal del Tribunal Provincial Popular (TPP) de la más occidental de las provincias. Luego, con la nueva división político-administrativa, mantuve dicha responsabilidad, pero esta vez, en el TPP de la nueva Artemisa, donde me desempeñé como presidenta de dicha sala de justicia y posteriormente de la Sala Primera de lo Penal, hasta que problemas personales me obligaron a regresar a mi municipio, donde actualmente funjo como presidenta de su TMP.
¿Reconocimientos a lo largo de estos años?
El más importante: el respeto y el cariño de mis trabajadores, de mis familiares y amigos, ese es insuperable. Tuve el privilegio de recibir el “Sello 40 Aniversario del Sistema de Tribunales Populares”, importante reconocimiento a la labor desarrollada a lo largo de estos años. Además, cursé el Tercer Diplomado en Administración Pública en la Escuela Superior del Partido Ñico López, curso que me aportó mucho como profesional porque demuestra que siempre debemos continuar superándonos sin importar la edad o la experiencia que se tenga.
Decía usted que el reconocimiento más importante es, sin dudas, el cariño de su familia y sus compañeros de trabajo. ¿Cómo lo ha logrado?
Tengo dos hijos, un varón de 22 años y una adolescente a punto de cumplir 15. Ellos son mi mayor realización como mujer y aunque no hayan decidido continuar el camino profesional de su madre, siempre les he enseñado que la justicia es el mayor valor de todo ser humano y debe estar en cada uno de sus pasos, pues al decir de José Martí: “Un principio justo desde el fondo de una cueva puede más que un ejército”.
En el tribunal tengo 5 juezas, de las cuales 3 son muy jóvenes por lo que siempre les he enseñado que para ejercer esta difícil profesión lo primero es amarla, ya que requiere de mucho sacrificio y entrega, y lo segundo es estudiar y prepararse constantemente, porque así lo exigen los tiempos, incluso para los que ya no somos tan jóvenes. Ellas también son como mis hijas y el ejemplo personal que se les dé influirá grandemente en su presente y futuro.
Y sin titubear, Barbarita acude a quien para ella y para todos los cubanos es el mayor de los juristas, Fidel Castro Ruz, al recordar sus palabras y su infinita confianza en los jóvenes: Creer en la juventud es ver en la juventud la mejor materia prima de la Patria, de la Revolución; creer en la juventud es mirar todo lo que nuestra juventud puede hacer; es ver en esa juventud los dignos continuadores de la obra revolucionaria.