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Carlos era el más joven de todos. Tenía solo 18 años. Durante el asalto, perdió la vida. Junto a tres compañeros de lucha, intentó sustraer, para miembros del Movimiento 26 de Julio en La Habana Vieja, las armas de caza deportiva que se ofertaban en el lugar. Los revolucionarios solo llevaban pistolas; los policías, ametralladoras.
Esta fue una de las acciones clandestinas desarrolladas un 9 de abril de la década de 1950 en Cuba, donde, por orden del dictador Fulgencio Batista, los jóvenes fueron ajusticiados y masacrados por defender la justicia social ausente en esa época.
Así aseguró Edith Aguado, directora del hoy Museo Armería 9 de Abril (ubicado en Mercaderes, e/ Obrapía y Lamparilla, La Habana Vieja), durante la visita que realizaron jóvenes del Tribunal Supremo Popular, en saludo al aniversario 64 del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes.
La edificación del siglo XIX, nombrada por los hechos allí ocurridos, resguarda una colección de sables, machetes y cuchillos, estos últimos donados en su totalidad por Fidel Castro, quien también concedió algunas de las armas de fuego.
Fotos y documentos de los caídos en combate, armamentos que rememoran tanto la evolución del sitio como la gloriosa historia del país, logran revivir el suceso que, encarnó un revés convertido en victoria ocho meses después, el primero de enero de 1959.

