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Flores en nombre de todo el pueblo cubano llevó la máxima dirección del país a Santa Clara, para el hombre, para el amigo. La canción cantada con la mayor sensibilidad del mundo fue coreada en La Higuera por jóvenes y otros ya no tanto que no podían faltar.
Aquí, en el Tribunal Supremo Popular de Cuba, se unieron sus trabajadores para recordar al hombre que en las situaciones más inesperadas hacía una broma, al que se detuvo durante un combate a retratarse con una niña, al héroe a quien todo niño cubano desea parecerse.
Este lunes, no se recordó su asesinato envuelto por la traición, ni la transformación en trofeo a que fue sometido su cuerpo en los primeros días de octubre de 1967. No, eso no. Sí, su juventud eterna y la amistad y afecto entrañables que cultivó con Fidel, incluso hasta en sueños.
La vida del Che, quien hoy tuviera 89 años, se desbordó de grandeza, valor, ejemplo, trascendencia, disciplina, integridad, valentía, heroísmo revolucionario, sencillez, humanidad, y muchas cualidades altruistas resumidas en esta frase: toda obra revolucionaria ha de ser un acto de infinito amor.
Así lo vieron los trabajadores del Tribunal Supremo Popular en una tarde de evocación.

