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El día a día de nuestro país está lleno de féminas que se vuelven esas artesanas cotidianas de todo cuánto en esta tierra se edifica con amor y sensibilidad. Mujeres de tantos oficios y saberes: maestras, doctoras, enfermeras, arquitectas, oficiales, juezas… Todas tienen, como común denominador, el regazo donde encontramos la historia de una vida en que lo laboral y lo profesional se conjugan para devolvernos múltiples enseñanzas.
Y en estas jornadas en que marzo llega bajo el pretexto de conmemorar el Día Internacional de la Mujer, hemos querido dialogar con una de las magistradas del Tribunal Supremo Popular (TSP), que ya cuenta orgullosa sus 39 años de labor.
Odalys Quintero Silveiro nunca imaginó su vida entre los tribunales, pues tenía otras aspiraciones laborales al concluir la etapa universitaria. Pero, dejemos que sea ella quien nos lo cuente.
"¡Así es! Estudié Derecho por casualidad, pues lo que me gustaba era ser médico. Cuando me dieron la boleta para solicitar las opciones de continuidad de estudios quería medicina, pero mi padre me hizo reflexionar, pues soy cardiópata y temía por que yo ejerciera tan compleja profesión. Entonces me habló de la carrera de Derecho, la misma que había elegido Fidel y que tanto nos aporta cognitivamente. Así entonces la puse en segunda opción, después de medicina, pero, como si todo estuviese predeterminado, me tocó Derecho.
Cuando comencé a estudiarla quedé enamorada. Al terminar la carrera ejercí cinco años como fiscal. Nunca pensé tampoco ser jueza, pues para mí era algo muy complejo sentarme en un estrado y decir la última palabra de un conflicto determinado. Pero las casualidades siguen apareciendo, y tras una convocatoria realizada para ocupar la plaza de juez en los tribunales, pasé para dichos órganos."
Un camino, Odalys, que, sin dudas, te llevó a descubrir la que sería una de tus grandes pasiones: la vida judicial. Y, de seguro, ese inicio también estuvo signado por no pocas causalidades.
"Comencé en el año 1988 en la Sala de lo Penal del Tribunal Provincial Popular (TPP) de Pinar del Río. Te confieso que llegué con muchos temores. Recuerdo que cuando comencé a hacer sentencias, había entrado en vigor el acuerdo 172 del Consejo de Gobierno del TSP, que introducía lo referente a que, en dicho documento, debía explicarse el por qué arribaste, como juez, a la conclusión de que el acusado era culpable. O sea, era consignar los elementos del debido proceso, la estructura lógica de lo que te había llevado a esa conclusión.
Pero tuve la suerte de encontrarme con Rubén Remigio Ferro, que en aquel entonces era el presidente de dicha sala. Él fue el primero que me enseñó a hacer sentencias, en una etapa de aprendizaje común. Y, por supuesto, desde ese momento se convirtió en una persona muy importante en mi vida, entre otras cosas, por su inteligencia y habilidad para captar lo novedoso."
¿Cómo fueron esos primeros años de Odalys como jueza? ¿Cuántos retos tuviste que enfrentar en un período sumamente complejo?
"Nosotros teníamos juicios casi todos los días, por lo que las sentencias se hacían después del horario laboral y los fines de semana. Recuerdo que eran los inicios de los años 90, pleno período especial, y ante la falta de electricidad teníamos, en ocasiones, que culminar hasta en el parque que estaba frente al TPP.
Fue una etapa en la que tenía a mi hijo pequeño. Uno de esos días, en que tenía un juicio con muchos acusados y testigos que ya llevaba dos jornadas de celebración, me llamaron del círculo para decirme que Jorgito –su hijo- estaba con fiebre. Bueno, tuvimos que detener el acto, ir a buscarlo, llevarlo para el tribunal y pedirle a mis compañeras de secretaría que le bajaran la fiebre para poder continuar. Historias así vivimos mucho las de mi generación.
Ya las cosas se han transformado. Los tribunales han tenido cambios en cuanto a su estructura y funcionamiento, ha entrado mucha sangre joven y esos cambios han devenido en una mayor calidad de los procesos. Imagina que, cuando yo empecé, había una sola sala penal para toda la provincia, lo cual hoy se ha transformado en aras de acercar más la justicia al pueblo."
Pero Odalys continúo creciendo profesionalmente. ¿Cómo llegas al máximo órgano judicial cubano?
"Recuerdo que en el año 2000 habíamos terminado la primera graduación de especialistas, y vinimos a La Habana a defender nuestras tesis. Rubén, que ya era el presidente del TSP, estuvo en ese momento y, al culminar la exposición, me llamó para proponerme trabajar como jueza en el TSP. En principio le dije que no, pues no me gustaba la idea de vivir en la capital, siempre fui muy de mi pueblo. Pero, tras conversar con mi esposo y mi papá, cambié de opinión y así, en el 2001, comienzo en la Sala de lo Penal del máximo órgano judicial.
Cinco años después, por problemas de salud, estuve un tiempo sin trabajar y, al reincorporarme, estuve unos meses en el Departamento de Revisión Penal en el TSP, hasta que pasé a dirigir, por tres años, la Escuela de Formación Judicial del Sistema de Tribunales, para después regresar nuevamente a la sala, lo cual agradecí mucho porque me gusta más lo judicial y fue ese el momento en el que entendí que era lo que más me gusta, pues me enamoré de la función del juez, labor que lleva superación constante para adoptar las decisiones correctas."
Y así acumulas ya 39 años de trabajo. Sin embargo, la vida te ha seguido imponiendo retos que han exigido de ti mucha preparación. ¿Ha pensado Odalys en jubilarse?
"A pesar de que estoy en esa edad, no me veo en casa, pues con 61 años cumplidos, siento que puedo seguir aportando. Esos retos de los que hablas vinieron con la elaboración de los proyectos de leyes, proceso que nos llevó a escribir, analizar y responder interrogantes. Coordiné el grupo que redactó la Ley del procedimiento penal y soy parte de los que confeccionan el Código Penal y la Ley de ejecución penal. Asimismo, integré el que redactó la Ley de Tribunales. Todo ello me fue muy nutritivo y enriquecedor. No he perdido el deseo de estudiar –confiesa-, de superarme, de ofrecer conferencias y trato siempre de no desestimularme para conservar las capacidades intelectuales."
¿Y qué tesoros tiene Odalys en casa?
"Tengo dos hijos. El mayor me regaló dos nietas que me vuelven loca cuando me visitan, pues demandan mucho de su abuela y son muy pícaras e inteligentes. Mi otra hija vive conmigo, estudió filología. También me acompaña mi esposo, que ahora está en su doctorado para seguir creciendo profesionalmente."
Nos queda la pregunta obligada por estas fechas en que se aproxima el 8 de marzo. Para Odalys, ¿qué le aporta la mujer a la justicia cubana?
"Aporta mucho – nos dice orgullosa – desde que partes del sencillo hecho de que representamos la mayoría de los jueces y secretarios del Sistema de Tribunales. La mujer tiene, además, una especial propensión por la justicia, esa calidez que hace falta sin transgredir lo límites, la aportamos nosotras. Considero que estamos más aptas para ver con mayor amplitud los conflictos que se nos ponen al frente, pues tenemos esa dosis de sensibilidad que también es inherente a la justicia judicial que se imparte en Cuba y eso, sin dudas, nuestro sistema lo tiene garantizado."
Con esa firmeza que la distingue, entre sonrisas y añoranzas, termina Odalys de regalarnos parte de su vida. Y quienes tenemos el placer de escucharla y ahora, de leerla, estamos convencidos de cuánto empeño habita en el corazón de una mujer.
Es esa la realidad que se multiplica en cientos de féminas que prestigian nuestro sistema judicial, las mismas que madrugan para hacer el desayuno y preparar a sus hijos para la escuela, las que en días duros animan con la risa y el optimismo, las que se entregan con denuedo y pasión a sus tareas, las que, con su dedicación, van a la avanzada de la justicia cubana.