La familia es la célula fundamental de una sociedad y donde germina el desarrollo y crecimiento de cada ser humano. Atraviesa en su desarrollo por fases que la van nutriendo de características muy particulares. Factores asociados a la cultura, la religión y hasta el entorno en el que ha surgido ese vínculo pueden incidir notablemente en que aquella sea de un modo y no de otro, esbozando así un patrón irrepetible, único.
En ese contexto, los jueces cubanos juegan un importante rol cuando se trata de dirimir conflictos que, en el escenario familiar, se presentan, implementando un procedimiento que les permite conciliar los intereses de quienes acuden a la vía judicial.
Sobre su experiencia en estos actos de conciliación, nos comenta la joven Solanch Sanz Suárez, quien se desempeña como jueza en la Sección civil y familiar del Tribunal Municipal Popular de Santiago de Cuba.
Al respecto, expresó que, si se quiere conocer realmente todos los hilos y resortes que sostienen una familia, se le debe preguntar, entonces, a un juez que se desempeñe como especialista en la materia de Derecho familiar. No obstante, el estudio o abordaje de sus desavenencias, no pertenece con exclusividad a los juristas, sino que, necesariamente, debe observarse de manera interdisciplinaria.
Sentir el latido de las familias cubanas es una experiencia de profundo humanismo, capaz de hacer a un juez reír, llorar, dudar, cuestionarse o simplemente crecer. Nuestro procedimiento familiar nos exige un juez desdoblado, no en aras de llegar a soluciones superficiales, sino al núcleo duro de los conflictos familiares que se le presentan —nos comentó la entrevistada.
«Muchas veces las familias llegan a los procesos judiciales tras un abismo de incomunicación e incomprensión. El juez debe entonces fomentar un espacio de diálogo constructivo, respetuoso, proactivo y en el que deben emerger nuevamente las prioridades, mayormente mal ubicadas en medio de los conflictos internos».
Puedo asegurar que lo más hermoso experimentado en una sala de justicia, en este ámbito, es ayudar a reconstruir, a estrechar los lazos, a fortalecer las raíces de los núcleos familiares. Conmoverse con los conflictos que conocemos, que dejan de ser ajenos para exigirnos hasta inquietas reflexiones con la almohada, es un incentivo para no quedarnos en la epidermis de los problemas. Encontrar la solución para cada caso es difícil, cada familia tiene sus propias dinámicas de funcionamiento y deben ser atendidas y tratadas de maneras distintas —manifestó.
«No existe mayor realización que ver a dos personas llegar en extremos opuestos y presenciar cómo con la conducción del tribunal se van acercando poco a poco, se van eliminando los ademanes de nerviosismo o incomodidad, se van suavizando las miradas, se van acercando las palabras y terminamos construyendo un puente de entendimiento.
Trabajamos para esa amalgama de familias que hoy compone el escenario social de nuestro país y que son reconocidas y amparadas por la Constitución. A familias más inclusivas, tolerantes, respetuosas y armónicas, a nuestros niños, pilares esenciales de las políticas públicas, a eso nos debemos.
Por eso, si debo escoger nuevamente mi profesión, escojo ser jueza de familia. Tan solo con 28 años me esfuerzo por aprender, por madurar, por conocer desde la humildad, por observar para llegar, por escuchar, para saber. En mi experiencia, en mi práctica diaria, he aprendido a pintar nuevamente boas abiertas o cerradas en los ojos de otros niños que recuerdan mi infancia y me he admirado ante abuelas y abuelos asumiendo roles de cuidadores de sus nietos.
Ese es nuestro Derecho de familias y el procedimiento implementado en nuestros tribunales, que son esencia y justicia».
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Comentarios
Muy bonita la entrevista. Pienso que los temas de Derecho de Familia son de los más sensibles que se abordan hoy en la sociedad cubana. Es bueno saber que contamos con personal muy preparado en el sistema de tribunales populares y sobre todo que ponen el corazón en la actividad judicial.