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La ciudad de Santiago se despertó con un intenso tiroteo seguido del tableteo de ametralladoras y otras armas de fuego de distintos calibres que obligó a salir de las casas a gran parte sus habitantes, a excepción de los que, a esa hora —cinco y quince de la mañana, aproximadamente— se encontraban aún en la calle, después de una noche de carnaval. Era el 26 de julio de 1953, año del centenario de José Martí.
Fue domingo de Santa Ana, la víspera se había celebrado la fiesta por el patrón de la ciudad, Santiago Apóstol. Con ese motivo, desde días anteriores, como es tradicional, habían estado arribando a la ciudad cientos de personas procedentes de otras regiones de Oriente y de otras provincias del país, entre ellas un contingente de 121 hombres y dos mujeres que venían del occidente de la Isla. Eran jóvenes revolucionarios cuyo heroísmo trascendería a la historia. Ese amanecer del 26, estaban asaltando el cuartel Moncada, la segunda fortaleza militar en importancia del país.
Los atacantes del Moncada habían decidido reivindicar la memoria del Apóstol, José Martí, en el año de su centenario. Para ello tenían un programa político y social decididos a realizar. Al frente de aquella vanguardia estaba Fidel Castro Ruz y, como segundo jefe, Abel Santamaría Cuadrado.
Cuando todos estuvieron listos, se le dio lectura al «Manifiesto del Moncada», redactado por el joven poeta Raúl Gómez García bajo la orientación de Fidel. Gómez García leyó sus versos «Ya estamos en combate» y Fidel les dirigió esta brevísima exhortación:
"Compañeros: Podrán vencer dentro de unas horas o ser vencidos; pero, de todas maneras, ¡óiganlo bien, compañeros!, de todas maneras, el movimiento triunfará. Si vencemos mañana, se hará más pronto lo que aspiró Martí. Si ocurriera lo contrario, el gesto servirá de ejemplo al pueblo de Cuba, a tomar la bandera y seguir adelante. El pueblo nos respaldará en Oriente y en toda la isla. ¡Jóvenes del Centenario del Apóstol! Como en el 68 y en el 95, aquí en Oriente damos el primer grito de ¡Libertad o muerte! Ya conocen ustedes los objetivos del plan. Sin duda alguna es peligroso y todo el que salga conmigo de aquí esta noche debe hacerlo por su absoluta voluntad. Aún están a tiempo para decidirse. De todos modos, algunos tendrán que quedarse por falta de armas. Los que estén determinados a ir, den un paso al frente. La consigna es no matar sino por última necesidad.”
La sede del Tribunal Provincial Popular de Santiago de Cuba, que en esos momentos era la Audiencia de Oriente (más conocido como Palacio de Justicia); adquirió especial atención por esos días, pues su posición geográfica constituía un sitio estratégico para la vigilancia y control del cuartel que sería objetivo del ataque y porque en el hoy histórico Salón del Plenoes, es donde comienza a realizarse el proceso judicial a los jóvenes revolucionarios.
Días antes del ataque a la entonces segunda fortaleza militar del país, Lester Rodríguez, dio cumplimiento a una de las misiones encomendadas por Fidel Castro, el chequeo al edificio del Palacio de Justicia. En su empeño contó con la cooperación de Adolfo Alomá y de esta manera las observaciones recogidas durante su recorrido se tuvieron en cuenta en el plan de ataque.
En la madrugada del 26 de julio de 1953, el segundo grupo de acción compuesto por: Lester Rodríguez Pérez, Raúl Castro Ruz, Ángel Sánchez Pérez, José Ramón Martínez Álvarez, Abelardo García Ylls y Mario Damau de la Cruz (chofer del automóvil), ocuparon su puesto, y su objetivo concreto consistió en dominar el flanco derecho del Cuartel Moncada desde la azotea, para evitar que los soldados ocuparan la ametralladora calibre 50 que se encontraba en el club de oficiales. La operación del palacio constituyó todo un éxito, cumplieron la misión encomendada sin sufrir baja alguna.
Por el testimonio de antiguos trabajadores de la zona donde se ubica el Palacio de Justicia, se conoce que en la calle posterior a este edificio fueron arrojados varios cadáveres de jóvenes asaltantes, cuyos cuerpos presentaban signos de tortura y heridas de balas, sin embargo, los uniformes estaban intactos.
A partir de los sucesos de los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, no se hizo esperar la ola represiva de la tiranía batistiana contra el pueblo, dando lugar a una de las páginas más sangrientas de nuestra historia. Fue decretado el acuartelamiento de las fuerzas armadas en todo el país y declarado el estado de sitio para el caso de Santiago de Cuba.
La causa por los hechos del 26 de julio fue radicada con el número 37 del 1953 en el Tribunal de Urgencia de Santiago de Cuba y le correspondió celebrar el juicio a la Sala Primera de Vacaciones, porque los principales sucesos acaecidos ocurrieron en la parte norte de la ciudad.
El 21 de septiembre del mismo año, tras el despliegue de numerosos guardias por los alrededores de la manzana que ocupa el Palacio de Justicia y en el propio edificio, son conducidos por la puerta trasera, esposados y fuertemente escoltados hasta la Sala del Pleno los jóvenes moncadistas.
De esta forma se dio inicio a las 10:45 de la mañana a la causa 37, considerada como la de mayor envergadura y trascendencia histórica de la era republicana.
En su histórico alegato en el juicio por los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, Fidel señalaba como razones para una revolución en Cuba, la crisis de las instituciones políticas y los gravísimos problemas sociales existentes, agravados todos por el ilegal golpe de estado del 10 de marzo de 1952. A pesar de las artimañas de la dictadura y de su afán de complot en torno a la figura de Fidel Castro a partir de la tercera sesión del juicio, los jóvenes revolucionarios implicados demostraron su valor y dignidad, por lo que el juicio constituyó un ejemplo.
El asalto al cuartel Moncada terminó en una derrota militar; sin embargo, tuvo una trascendencia extraordinaria para el pueblo cubano y para el movimiento de liberación nacional que se iniciaba. En 1961, el entonces comandante Raúl Castro Ruz y Ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), al referirse a la importancia histórica de este acontecimiento manifestó:
"En primer lugar inició un período de la lucha armada que no terminó hasta la derrota de la tiranía. En segundo lugar, creó una nueva dirección y una nueva organización que repudiaba el quietismo y el reformismo...Como expresó Fidel: “El Moncada nos enseñó a convertir los reveses en victorias."
Sesenta y siete años después, el significado histórico del ataque al cuartel Moncada, como experiencia para la lucha de liberación nacional, nos permiten apreciar en su real dimensión, lo que representó la acción del 26 de julio de 1953 en la trayectoria de la Revolución cubana.
